
Un amor paranoico de celos
es el fósforo del inicio de la combustión,
el azufre del atronador explosivo
que se torna en equilibrio inquisidor.
El celo exacerbado inquieta hasta las piedras,
baldosa, alfeizar y paredes de los cuartos.
Se enquista en la memoria de cuadros
en la mirada de antípodas praderas.