El juego de los dólares
Los oscuros manejos del fútbol del organizador de la próxima Copa del Mundo, sintetizados en un capítulo: el de la final del Mundial del 98.
Era su gesto el que lo decía todo, el que lo gritaba todo. Y fue su gesto la síntesis del fútbol brasileño de los últimos 20 años, e incluso de muchos años más. Ronaldo Nazario da Lima salió a la cancha del estadio de Saint-Dennis, en París, a jugar una final de Copa del Mundo, la de Francia, y ya corría el rumor de que había padecido una fuerte convulsión horas antes. Por eso parecía mirar hacia ninguna parte, y en lugar de jugar, deambulaba. Era una especie de fantasma con uniforme de fútbol; un hombre, apenas un hombre, extraviado, demasiado frágil, temeroso. “Sentí miedo de morir”, diría años más tarde.
Los oscuros manejos del fútbol del organizador de la próxima Copa del Mundo, sintetizados en un capítulo: el de la final del Mundial del 98.
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Era su gesto el que lo decía todo, el que lo gritaba todo. Y fue su gesto la síntesis del fútbol brasileño de los últimos 20 años, e incluso de muchos años más. Ronaldo Nazario da Lima salió a la cancha del estadio de Saint-Dennis, en París, a jugar una final de Copa del Mundo, la de Francia, y ya corría el rumor de que había padecido una fuerte convulsión horas antes. Por eso parecía mirar hacia ninguna parte, y en lugar de jugar, deambulaba. Era una especie de fantasma con uniforme de fútbol; un hombre, apenas un hombre, extraviado, demasiado frágil, temeroso. “Sentí miedo de morir”, diría años más tarde.